viernes, 25 de septiembre de 2015

Perú: Estancados en el tiempo

Kochero

Leí por ahí que en Perú los viejos se sienten jóvenes y los jóvenes envejecen rápido. Es una buena descripción de la percepción del tiempo en el Perú contemporáneo, donde todo lo temporal se ha vuelto relativo.
Hace años que escuchamos los mismos discursos, las mismas críticas, los mismos temores, como si el Perú se hubiera quedado estancado en el tiempo.
La derecha usa constantemente la idea de que no podemos volver al pasado, al comunismo, al gobierno de Velasco; que debemos mirar al futuro, al libre mercado. Tal parece que no se han dado cuenta que vivimos en ese libre mercado neoliberal y globalizado hace 25 años, que ese futuro ya es un poco pasado. Que reprocharle los males del Perú a Velasco es absurdo, pues están hablando de un gobierno derrocado hace 40 años, cuya herencia fue borrada por las reformas de Fujimori. En todo caso, los males actuales del Perú son más herencia del segundo.
A veces les oímos mencionar la palabra “muro”, pero no hablan de muros contemporáneos como el de Palestina o el de México, sino del muro de Berlín, una estructura que no duró ni 30 años y fue un símbolo de un remoto tiempo llamado “guerra fría”. Recuerdan el terror de Sendero Luminoso y la guerra que acabó hace más de 20 años, los ven presentes en todos lados, les temen más que al narcotráfico que sí es un terror contemporáneo.
En ese su gusto por debatir con fantasmas, los defensores del capitalismo neoliberal no quieren ver a sus interlocutores contemporáneos. Para ellos los indígenas, el ambientalismo, la diversidad; solo son disfraces del enemigo antiguo: el comunismo.
Y la izquierda también anda en el pasado, hablando de la unidad por todos lados, para continuar el camino de la Izquierda Unida que se dividió hace 25 años. Repiten los debates de esos años, como si el neoliberalismo solo hubiera sido una pausa, una pesadilla que ya acabó y volveremos a andar donde nos sorprendió su interrupción.
Los nuevos actores son vistos como variantes contemporáneas de los mismos sujetos históricos de siempre, “obreros, campesinos y estudiantes”, como si no hubiera tanto ambulante, informal, independiente. Desde el “baguazo” hasta el “pulpinazo”, esos momentos de movilización social son vistos como escalones para llegar a la “unidad” y al gobierno, por eso siempre desembocan en la apuesta electoral.
Y hay algo que todos ellos comparten: el ideal del progreso, la modernidad, el desarrollo. Aunque este ideal nos ha llevado a desastres ambientales, sociales y culturales por todo el país. Siguen buscando la idea de vivir mejor, aun cuando los indígenas contraponen eso de buen vivir, pero nada, dale y dale con eso de que necesitamos dinero, éxito, desarrollo. “¿Qué es eso de ser indígenas?, mejor es ser mestizos, ciudadanos, consumistas”.
Todo eso se refleja en la cultura, con sus repeticiones constantes de íconos antiguos como Ferrando, Cubillas y la música chicha. Quizá lo más patético sea el deseo de que la selección de fútbol retorne a un mundial después de más de 30 años. Se habla de lo contemporáneo en referencia a fines del siglo XX, se ignora las corrientes de pensamiento actuales, se silencia la crisis civilizatoria mundial. Por otra parte siguen ahí el ejemplo del “Che” en lugar del Marcos, la experiencia rusa en lugar de la boliviana, la cubana en vez de la kurda. Varias veces he estado en reuniones con jóvenes que reflejan tan viejos pensamientos.
Sin embargo el tiempo no puede dejar de filtrarse por esta cortina de estancamiento. Celendín, Valle del Tambo, el Pastaza y las Zonas nos lo mostraron, también la constantemente renacida cultura tradicional, y la utopía por la soberanía alimentaria en contra de la viejísima “revolución verde”. Apenas atisbos, pero tan potentes.

Cuan necesario se hace retomar aquel grito que remeció al Perú hace más de un siglo: “¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”.

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