domingo, 9 de octubre de 2016

El comunitarismo andino

Miguel Quispe (el inca)
“Por fin nos ha conquistado el
verticalismo de los andes
no más indios tristones
el pututo clamorea sus aires
marciales”.
Luis E. Valcárcel (1927)[1]

Los andes tienen una doble tradición, por una parte esa tradición autoritaria, construida a lo largo de su historia de injusticias y colonialismos; pero también existe una milenaria tradición colectivista, comunal y ambientalista, que ha sabido sobrevivir las imposiciones coloniales y autoritarias, reflejada en los múltiples conflictos sociales de la historia reciente. Esa tradición horizontal comunitaria recibió a los libertarios de hace 100 años y recibe también a los del presente.
En estas líneas intentamos hallar los puntos en común entre la tradición andina y la más radical de las corrientes modernas.

El avance de la civilización

"Las tierras fértiles de nuestras montañas no necesitan de riegos artificiales para producir. Nuestras incipientes multitudes, dotadas de natural raciocinio, no necesitan de filosofías curialescas, tergiversadoras de la Verdad, para darse cuenta de lo que deben hacer, para librarse de las injusticias".
Manuel Caracciolo Lévano (1912)[2]

En 1984 Wilfredo Kapsoli escribió Ayllus del Sol, en el que describía la relación del anarquismo con los movimientos indígenas de principios del siglo XX. Nos remite a la institución más antigua y más arraigada en la sociedad indígena andina: el ayllu. Esta es la comunidad, pero entendida como familia extendida, por eso la palabra ayllu significa tanto familia como comunidad. Allí perviven valores solidarios y horizontales similares a los que propone el anarquismo.
Estos valores han sido resaltados por varias corrientes políticas en los últimos 100 años, pero cada una los explica a partir de su propia teoría, tratando de vincularlos a su propuesta. El anarquismo resaltó su solidaridad y autonomía, el marxismo los explicó como rezagos del comunismo primitivo y a la vez como la base para construir el socialismo, Belaúnde y Velasco los vieron como base de sus distintos cooperativismos.
Izquierdas y derechas intentaron “civilizar a los indios” durante el siglo XX. La izquierda toma el desafío de González Prada de ir al campo, al ande, porque esa es la mayor población del país; pero lo toma en el sentido de “incendiar la pradera” y reproducir en los andes la experiencia rusa, cubana o china[3]. Las organizaciones anarquistas fueron desplazadas del campo por los partidos de izquierda que apostaron por la tradición autoritaria y mesiánica antes que los valores andinos.
En los años 60, mientras Hugo Blanco (troskysta[4]) se deja envolver por la cultura andina de los migrantes en La Convención, Luis de la Puente Uceda (MIR[5]) pretende reproducir allí mismo una Sierra Maestra. El primero contribuye a la rebelión campesina y la primera reforma agraria, el segundo es aniquilado sin mayor apoyo campesino. En 1980 Sendero Luminoso pretende reproducir la experiencia maoísta en Ayacucho, contradictoriamente desplaza la organización tradicional imponiendo la autoridad del “Partido”, así, las comunidades lo ven más como un enemigo que como un aliado, a lo que se suma su desmedido y sangriento autoritarismo. Sendero es enfrentado y debilitado por las rondas campesinas.
Por su parte, la derecha peruana que era esencialmente racista, ve a los indígenas como un problema, pero al reconocer el peso poblacional de este sector, los intelectuales liberales apuntan a fomentar el mestizaje y la asimilación de los indígenas. Ellos no ven valores en las tradiciones andinas, sino que intentan amoldarlas al paradigma liberal y democrático. Otros, más autoritarios, utilizan el populismo para ganarse el apoyo del campo, desde Leguía hasta Fujimori, sus políticas apuestan a una relación de tipo gamonal entre el Estado (personificada en el caudillo) y la comunidad.[6]

Ayllu, ayni y mink’a

“Sólo nosotros tenemos derecho a vivir en las tierras de nuestros antepasados, aprovechar de los frutos de nuestro altiplano y los “mistis” no tienen derecho a seguir robando y explotando nuestro trabajo”.
Carlos Condorena (1922)[7]

Son otros los que han intentado entender y aprender de esa tradición andina. Sus valores han sido resaltados principalmente en el campo académico, donde el indigenismo contribuyó al surgimiento de los movimientos indígenas actuales. Es bueno reconocer que los anarquistas y algunos grupos marxistas lo intentaron también en su momento, vinculándose al indigenismo y a los movimientos indígenas de su tiempo.
El ayllu se remonta a los principios de la historia, los pueblos indígenas se asentaron en una geografía complicada a la que se adaptaron gracias al ayllu y los principios que lo hacían viable: el ayni (ayuda mutua), la wayka (trabajo colectivo), la reciprocidad con los seres humanos y los seres de la naturaleza.
Los investigadores encuentran que fue esta organización colectivista la que hizo posible el gran desarrollo cultural de estos pueblos, que sin llegar a desarrollar tantas herramientas como en Eurasia, lograron grandes avances a partir del trabajo colectivo. Las organizaciones estatales que se desarrollaron en los andes, añadieron la redistribución como forma de control económico y político. Aquí no hubo esclavismo ni feudalismo, aunque las sociedades imperiales de hace 1300 años sí llegaron a establecer estados jerárquicos y clasistas (Tiwanaku, Wari y posteriormente Inca).
Los conquistadores españoles del siglo XVI implementaron su dominación utilizando las instituciones incaicas, reinterpretándolas a su visión extractivista que inauguró un nuevo modo de relacionarse con la naturaleza, introduciendo también sistemas de explotación humana antes desconocidos. Los descendientes de los incas y los caciques (nobles indígenas de cada provincia) se adaptaron a esta nueva situación, pero con fuertes tensiones y conflictos (desde la resistencia de Vilcabamba hasta las rebeliones de Santos Atawallpa, Tupac Amaru y los Angulo). Pero en la población indígena pervivió el ayllu y sus principios de reciprocidad. Llegada la República se reordenaron las clases sociales, desaparecieron los caciques y fueron reemplazados por autoridades oficiales. Sin embargo, los ayllus (ya por entonces llamados comunidades) organizaron un sistema de gobierno elegido conocido como “varayoq” o los “alcaldes vara”.
Los varayoqs funcionaron en base al sistema de “cargos”. Este es un aporte interesante para redistribuir la riqueza dentro de la comunidad. Actualmente persiste en la organización de las fiestas, pues los varayoq desaparecieron luego de la reforma agraria de 1969, cuando los ayllus son nombrados oficialmente comunidades campesinas y deben elegir sus juntas directivas. Además, muchas haciendas fueron convertidas en comunidades y requerían ese reconocimiento oficial del Estado.

El resurgimiento de los ayllus

Aymarazo (2011), foto de David Vexelman (tomado de IDL)
“Estamos conjuncionando una sola fuerza y estamos dando en sí, un golpe fuerte contra este gobierno. El lobo feroz es uno solo y por lo cual todos estos pueblos unidos tenemos que hacerle frente, al gobierno central y a este sistema capitalista”.
Dirigente campesino de Canchis (2010)[8]

Los dirigentes de los dos levantamientos en la provincia de Canchis fueron indígenas críticos con la izquierda, a la que bien conocen porque influyó en su formación. Por este hecho, los dirigentes de turno de la FDTC[9] del Cusco, los llamaron “anarquistas” en sentido despectivo. Ellos tomaron esto como un alago, “seguiremos luchando aunque nos digan terroristas, aunque nos llamen anarquistas”. Si bien no profundizaron en el significado real del término, lo entienden en tanto una burocracia lo usa como insulto.
Y es que el principal movimiento social en el Perú es el resurgimiento de los valores indígenas. No existe un movimiento indígena articulado, todos los intentos por armarlo han fracasado, creando organismos cascarones que luego se caen. Sin embargo en caso de un conflicto rápidamente se articulan en frentes, unos duran más que otros, pero su base social son las comunidades mismas. Todo este movimiento disperso es visto como un caldo de cultivo para los partidos electorales, muchos dirigentes han caído en sus tentaciones y sin embargo, una vez en los procesos electorales, la mayoría fracasan ante el poco respaldo de sus compañeros. Existe como un reproche al dirigente cuando se vuelve candidato, pero no llegan a extenderse valores horizontales y autonomistas, que ofrezcan una alternativa a lo electoral, al menos no políticamente.
Durante el siglo XX la izquierda vio la comunidad indígena como base para construir el socialismo, resaltando sus valores colectivistas, pero sin incluir su espiritualidad, su cosmovisión. Hoy, esto es lo más reivindicado por los movimientos indígenas-indigenistas. Esta cosmovisión incluye al ser humano como un elemento más de la naturaleza, las deidades principales son los seres naturales, la Pachamama y los apus; el “buen vivir” se entiende como vivir en armonía entre todas las personas y con todos los seres de la naturaleza. Esto ya está siendo teorizado por muchos y existen movimientos espirituales andinos, aunque algunos llegan a reforzar jerarquías y se alejan de lo político y social.
Así, lo andino ya no es visto como la pradera que podía ser encendida, sino como una cultura, una sociedad; ha recuperado sus rostros y sus nombres. Hay un indigenismo-andinismo que pretende reformar esta sociedad manteniendo las jerarquías, solo que remplazándolas. Poner indígenas en el gobierno, “voltear la tortilla”, inspirados en la autoridad incaica y su sociedad altamente planificada. Por otra parte, está la visión colectivista, horizontal y asamblearia, que es la que coincide con los valores anarquistas (siempre recordando que ese colectivismo andino es mucho más antiguo).
Foto del “aymarazo” (2011): David Vexelman (IDL)

El colectivismo andino como propuesta contemporánea

“La sociedad propuesta por el Anarquismo, así como el papel del trabajo, el ocio, el disfrute, la producción, cuajan en aquel pasado ancestral de las comunidades andinas”.
Eduardo Vásquez (Ecuador)[10]

Aquí volveré al tema de los cargos, estos consisten en que las personas más “ricas” de la localidad deben asumir la responsabilidad de una fiesta (ya muy pocas comunidades lo usan para los cargos de autoridad), estos a su vez hurk’an a sus vecinos, que es darles un presente a cambio de que el hurk’asqa colabore con algún elemento en la fiesta (comida, música, etc). En las comunidades actuales es frecuente que unos se enriquezcan más que otros, pero los cargos hacen que esos “ricos” redistribuyan su riqueza en estos actos colectivos.
Asumir un cargo es un honor, no aceptarlo o no cumplir una hurk’a merece una sanción moral fuerte, en algunos lugares si alguien no cumple con su hurk’a, se la pueden recoger a la fuerza. En estas celebraciones circulan capitales que no participan del mercado capitalista; recursos, productos, mano de obra, servicios, se brindan sin pasar por bancos o intermediarios.
Junto a eso, subsisten el ayni, la costumbre de apoyar a alguien sabiendo que en algún momento responderá con otro apoyo. Y las mink’as, invitaciones para que los invitados apoyen en un trabajo determinado, en el que se les dará comida y bebida pero no pagos. También están las waykas incluso en la forma moderna de faenas: el trabajo colectivo en bien de la comunidad. Así, los ayllus-comunidades han sabido mantener su organización colectivista y recíproca ante los avatares del Estado y el mercado. En muchos momentos conviviendo con las formas impuestas, como sucede en la actualidad.
Esta práctica podría extenderse a otros ámbitos de la vida en la sociedad posmoderna actual. Varios colectivos hemos intentado aplicar estas formas organizativas en pequeño, por ahí se empieza, pues la tarea es construir experiencias alternativas al capitalismo, desde el espacio que sea. En la medida en que esto se realice de forma consciente y organizada, podemos extender estas prácticas a mayor escala.
Queda claro que nunca servirán para manejar un país moderno capitalista, pero precisamente lo que queremos es construir una sociedad no capitalista. Si en el pasado pudieron funcionar en un territorio tan extenso como el Tawantinsuyu, ¿por qué no pensar en un mundo futuro de aynis y mink’as? Después de todo, el zapatismo y la revolución kurda tienen como base sus respectivas tradiciones comunales.

Roberto Ojeda Escalante




[1] La nueva actitud. En Boletín Titikaka. Puno, octubre de 1927. Valcárcel fue uno de los principales ideólogos indigenistas.
[2] Discurso del 1 de mayo de 1912, en La Protesta, No. 15. Refleja cómo tempranamente el grupo ya se planteó una valoración diferente del mundo andino, abandonando la racista idea de “modernizarlos”.
[3] Incendiar la pradera. José Luis Rénique, Lima, Lasiniestra, 2015.
[4] El troskysmo (por Tortsky) es una corriente marxista-leninista crítica con el burocratismo y autoritarismo del estalinismo (derivado de Stalin) de los partidos comunistas.
[5] Movimiento de Izquierda Revolucionaria, agrupaba a ex apristas y marxistas que seguían la orientación “foquista” del Che Guevara.
[6] Todo esto está ampliamente analizado por Antonio Zapata en Pensando a las derechas, Lima, Planeta, 2016.
[7] Líder de la rebelión indígena de Huancané. Citado por Wilfredo Kapsoli, Los movimientos campesinos, pp 31.
[8] Tomado de: Las luchas de Canchis. Roberto Ojeda Escalante, Cusco, Ediciones Lucha indígena.
[9] Federación Departamental de Trabajadores del Cusco, organización fundada por el PC en los años cincuenta, que mantiene la dirigencia vertical sobre todo el movimiento sindical local.
[10] Revista Ekintza Zuzena, versión digital.

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